En realidad no os parecéis en nada a mi rosa, ni sois nada todavía. [...] Son realmente hermosas, pero vacías -añadió el principito-. Uno no se siente impulsado a dejarse morir por ustedes. Cualquiera pensará que mi rosa se parece a ustedes; pero ella sola es para mí más importante que todas ustedes juntas, porque ella es la que he cuidado y regado
(la que también me cuidó y regó de vuelta);
ella es la que cubrí con el globo de cristal; ella es la que resguardé con el biombo
(quizá no tanto como debí);
ella es la que liberé de las orugas que le molestaban, dejando sólo aquellas que se volvieron mariposas
(pero no, no pude quitar sus orugas a tiempo, y nunca nacieron mariposas);
es ella la rosa que oí quejarse, alabarse o mantenerse callada.
(La que también me escuchó a mí, la que acogió mis silencios).
En fin, ella es mi rosa.
(En fin, ella es mi rosa)
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