lunes, 12 de septiembre de 2011

Hacer el amor con la mirada

Hay días en los que recuerdo lo mucho que lo amo todavía, sí a usted... el que aún lee mi blog y guarda mis letras para protegerlas del tiempo y de mi maña de tirarlo todo por la borda. Pero hay días en los que usted aparece así no más, aparece de la nada y ya no recuerdo que lo amo, solamente lo amo... Y dejo de recordar lo que sentía al abrazarlo, solo para sentirlo de nuevo y comprobar que me hacía más falta de lo que quería pensar... que mi pecho aún se siente seguro en el suyo, que mis dedos se entrelazan perfectamente con sus manos en un abrazo inmenso, porque ayer hicimos el amor con la mirada... Un amor triste, impedido, mutilado... Hicimos un amor manco, sin extremidades ni extremos, sin más extremos que las lágrimas en las comisuras de los ojos, luchando para salir pero sin hacerlo. Hicimos el amor, con las manos, unas manos frías y temblorosas que querían arrancar el tiempo, la noche, la soledad y la ropa. Hicimos el amor, y luego nos soltamos, sin volver a ver atrás, arrancándonos de golpe, dejándonos bruscamente, porque sabíamos que era la única manera de no quedarnos abrazados infinito. Nos soltamos sin despedirnos, porque ya lo habíamos hecho, porque sería muy doloroso despedirse dos veces... Y nos alejamos, huimos el uno del otro teniéndonos miedo, desafiando el magnetismo de nuestros cuerpos, de nuestras manos, sin importar que nos vieran... hicimos el amor y nos alejamos...

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