martes, 11 de noviembre de 2014

El último mordisco de croissant

Es inútil tratar de explicar los sentimientos que sólo pueden decirse en un beso que acaba con mi mirada buceando en la profundidad de tus ojos... de nada sirve, porque cuando lo intento nunca puedo explicarme bien. No pude trasmitirte con palabras el fuego que me hiciste arder adentro, la avalancha que me recorrió el cuerpo sacudiendo hasta los rincones más oscuros de mis cuevas, no hay explicación para las comisuras de los labios sostenidas con un hilo invisible a mis orejas... no puedo, porque no tengo palabras y porque las que tengo no puedes aceptarlas.

Y sé que nada de lo que escriba, de lo que diga, de lo que llore va a poder expresarlo porque simplemente el mensaje no llega. Y me siento como un noticiero chino con subtítulos en koreano, como una llamada por cobrar esperando inútilmente que la operadora me diga que mi llamada ha sido aceptada, o quizá más como un mapa sin escala definida donde los nombres ilegibles podrían corresponder a cualquier lugar del mundo. Y sólo se me ocurre regalarte el último mordisco de croissant, pero ya no estás para recibirlo.

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